INTRUDUCCION
Calanda se encuentra en Aragón,
en la parte norte y más allá de la provincia de Teruel.
La famosa historia de este
pequeño pueblo, donde se encuentra el origen de las percusiones empieza dentro
de un libro escrito por José Repolles. En este relato el autor nos explica esta
tradición legendaria nombrada como la teoría de los pastores y los castilletes.
En este libro cuenta que todo
tiene inicio en el año 1127, cuando los Calandinos celebraban la Semana Santa
mientras los árabes se aproximan a ellos sin que se den cuenta.
Un pastor situado en lo alto de
las montañas cerca de Calanda percibió el acercamiento de estos y por tal de
avisar a los calandinos cogió un tambor y empezó a repicar sobre el para avisar
a toda la población de la llegada de los árabes. Otro pastor oyó el ruido del
tambor, y este también se unió. Así seguidamente hasta que todos se enteraron
de lo sucedido. Entonces se refugiaron rápidamente para evitar la evasión. Su objetivo se cumplió
y los árabes al llegar a la población se llevaron la sorpresa de no poder llevarse
ningún botín.
Aquí termina la leyenda. Por
este hecho todos los viernes de Semana Santa los calandinos se reunían para
celebrar lo sucedido en el año 1127. Para celebrarlo lo hacían tocando el
tambor, que estaban hechos de pieles de cabra u otros animales. Pero toda esta percusión
finalizó con la llegada de Pedro Merlo en el año 1550. Donde fue prohibida ya que no la encontraba propia
de una celebración decente de Semana Santa, sino que él la interpretaba como un
insulto o falta de respeto hacia la religión.
No se volvió a oír los ruidos de
los tambores pasados 90 años después, el 30 de marzo. Gracias a que toda la población
salió de procesión hasta la ermita del
Humilladero, situada en lo alto de la montaña donde reposaba la figura de la
Virgen del Pilar. A este movimiento se le ha de sumar la intervención de los
soldados y el acompañamiento que este hecho supone ya que era una etapa de
Guerra, por lo tanto esta marcha se hizo aun más conmemorativa.
Todo este proceso y esta
historia provoco que los calandinos cogieran el tambor en semana santa como una
costumbre para conmemorar ese día, recordándolo como un símbolo para el pueblo.
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